El arsénico fue introducido en los dulces por fray Calvet y Domingo Dalava, que era el camarero personal del antipapa Benedicto XIII. Habían sido sobornados por el nuevo Papa de Roma, Martín V, que deseaba con determinación acabar con la vida del Pedro de Luna, conocido como el Papa Luna, refugiado en el invulnerable castillo de Peñíscola, arropado por sus más fieles, con el mar Mediterráneo como espacio de referencia.
El método para intentar asesinarlo era bastante común en ese periodo final de la Edad Media, pero fracasaron porque el antídoto natural del arsénico es el azúcar, y porque el médico personal del pontífice, Gerónimo de Santa Fe, supo aplicar buenas soluciones de urgencia. Ocurría en 1418.
„Era un hombre duro, brillante, testarudo, inagotable, de gesto seco, que se enfrentó la al institución más poderosa de la Edad Media”
Lo cuenta Pablo González, experto en la historia de Peñíscola. Cinco años después fallecía, atención, a los 95 años de edad, en esta preciosa ciudad del antiguo Reino de Valencia, pegada a Catalunya. Era un hombre rebelde, testarudo, inagotable, culto, brillante, de fuerte carácter y gesto seco, que se enfrentó a la Iglesia Católica hasta ser excomulgado y condenado por Roma en el Concilio de Constanza (1413); y que puso en jaque a las monarquías europeas.
Dice de él Jesús de Maeso en una entrevista publicada cuando editó su libro que “era un hombre insobornable, de una limpieza moral intachable. Era casto, sobrio, austero... Dormía en una cama de pino, comía en platos de estaño..”. Y añade que “era la antítesis del clero de la época, en el que abundaban la simonía (compra o venta de sacramentos, prebendas y beneficios eclesiásticos), la lascivia, la codicia de riquezas... Los grandes eclesiásticos vivían en palacios suntuosos”.
Lo más sorprendente del Papa Luna es observar cómo supo moverse con habilidad en uno de los periodos más convulsos de la Iglesia Católica en su historia, en el conocido como Gran Cisma de Occidente (1378-1417). Un periodo en el que la división de la institución, con sedes en Aviñón y Roma, provocó que en un momento determinado hubiera tres papas al mismo tiempo. Con la monarquía francesa cuestionando el poder de Roma y generando el caldo de cultivo de movimientos reformistas que con el tiempo, ya en el Renacimiento, alimentarían el luteranismo y el calvinismo.
Un tiempo,el del siglo XIV e inicios del XV, de guerras, de Reconquista, de disturbios urbanos, del fin del feudalismo, de auge de las ciudades y que salía de graves pandemias como la temible Peste Negra que mató a uno de cada tres europeos .
Benedicto XIII es fruto de ese tiempo, y supo como pocos convivir con él. Natural de Illueca, este aragonés nació en 1328 el seno de una prestigiosa familia de la Corona de Aragón, con personajes ilustres en todos los campos fundamentales de esa época: nobleza, clero y ejército. De hecho, Pedro de Luna fue también militar; un tipo duro, dicen los historiadores, valiente, que dejó las armas para formar parte de la Iglesia, lo que era bastante común. Pero la institución que conoció el Papa Luna se estaba resquebrajando por el conflicto latente entre Iglesia y Estado con Felipe IV el Hermoso, rey de Francia, y el papa Bonifacio VIII, de protagonistas.
„Intentó pacificar el Gran Cisma, pero acabó siendo protagonista de una crisis católica que duró 40 años”
La jugada la ganó el monarca: arrestó por las bravas al pontífice en la localidad italiana de Anagni, actitud también muy común en ese momento de la historia donde la política se resolvía a golpe de espada. Poco después moría Bonifacio VIII, y el rey imponía un papa francés, Clemente V. Este trasladó la Santa Sede de Roma a Aviñón. Así, el papado pasó a estar desde aquel momento bajo la órbita del reino de Francia. Era el primer paso para la grave crisis que vendría tiempo después y que llegaría con el papa Gregorio X. Este pontífice aunque era francés, decidió que era hora de regresar a Roma.
Tras morir, al poco tiempo, sus posibles sucesores, los cardenales, tomaron partido según sus conveniencias. La facción italiana, presionada por el pueblo romano, revuelto y furioso, hizo papa a Urbano VI. Pero en el cónclave que lo eligió faltaban los cardenales de Aviñón, que declararon nula su elección. Ahí es cuando aparece Pedro de Luna, cardenal, protegido de la Corona de Aragón y que acudió de mediador y que acabó sumándose al bando rebelde.
Poco después nombrarían sumo pontífice a un primo del rey de Francia, que fue proclamado Clemente VII y se estableció en Aviñón.La Iglesia tenía dos papas y el cisma, que duraría cuarente años, se consolidaba. Ambas sedes, la italiana y la francesa, se precipitaron a la búsqueda de apoyos. Clemente VII confió esta delicada misión a Pedro Martínez de Luna. El cardenal consiguió el respaldo de Castilla, Aragón, Navarra, Nápoles, Alemania meridional, Escocia y, desde luego, Francia. El resto de países favorecieron al romano Urbano VI.
Pedro de Luna, en un gesto de conciliación, creía oportuno unir al catolicismo mediante la abdicación de los dos papas en disputa y la designación de un tercero, pero su proyecto era rechazado por Clemente VII. A su muerte, Luna fue elegido papa con el nombre de Benedicto XIII con la promesa de acabar con el Gran Cisma. Sin embargo, una vez en la silla papal aviñonesa, desechó las ideas que había defendido poco antes. Y comenzó una nueva fase de crisis en la institución.
„Fue excomulgado, perseguido e intentaron asesinarlo por orden del Papa Martín V, pero no lo lograrón”
Pedro de Luna no se rindió, e hizo famosa la frase de “mantenerse en sus trece” en referencia a su nombre como pontífice, Benedicto XIII. Regresó a su tierra natal para asegurarse su apoyo de la Corona de Aragón. Benedicto XIII esperaba el apoyo del Rey de Aragón y de su más íntima amistad y confesor personal, San Vicente Ferrer, en aquel momento crucial, cuando parecía incluso que el Cisma se podía resolver a su favor. Pero no fue así, y Benedicto XIII vio como se le giraba la tortilla.
“Fue el único pontífice elegido papa por cardenales anteriores al Cisma de Occidente” señalaba Jesús de Maeso, y desde esa legitimidad mantuvo el pulso. En Roma, un nuevo papa, Gregorio XII, de carácter moderado y pacificador, asumió el poder con la pretensión de terminar con la bicefalia de la cristiandad. Fue entonces cuando se produjo la conocida como cumbre de Pisa, en la que se invistió a un nuevo papa, Alejandro V. Los otros dos pontífices se negaron a renunciar, por lo que tras este Concilio no hubo dos, sino tres papas simultáneos.
Entretanto, la jerarquía pisana tenía un nuevo santo padre, Juan XXIII, (en realidad un antipapa) que había reemplazado al difunto Alejandro V. Juan XXIII, con la aprobación de Segismundo, soberano del Sacro Imperio, convocó un sínodo que debía celebrarse en Constanza, Alemania, para clausurar de una vez por todas el Gran Cisma.
Allí Juan XXIII fue deslegitimado; Gregorio XII, el romano, renunció a través de un representante; pero el Papa Luna se negó a abdicar y se retiró a Peñíscola, en Castellón. Constanza ponía fin al Cisma de Occidente, y el aragonés se refugiaba con sus más fieles, y dedicó el resto de sus días a reivindicarse, a leer y escribir, y a modernizar la localidad castellonense.
„Fundó la universidad de Saint Andrews, la más prestigiosa de Escocia, y dedicó sus últimos años a escribir”
También desde Peñíscola fundó la Universidad de Saint Andrews, la primera y más prestigiosa universidad de Escocia. Y uno de los últimos reductos de fidelidad hacia el Papa Luna en todo el mundo. A los 95 años moría, y Roma se libraba de uno de los personajes más incómodos de su tiempo. Era tan testarudo que, como ejemplo, en el Concilio de Perpiñán, promovido por el Rey de Aragón (finales de 1408, comienzos de 1409) el que el Papa Luna defendió su legitimidad durante más de 7 horas ininterrumpidas en un latín perfecto.
Decía en la entrevista sobre su libro Jesús Maeso de la Torre que “el Papa Luna fue un hombre absolutamente contradictorio. No fue una persona tozuda, sino que hizo una virtud de su firmeza. Mantuvo en jaque a la colosal maquinaria del Vaticano. Fue un personaje admirable y único”. Durante un tiempo, Roma no quiso más cardenales de la Corona de Aragón que pudieran convertirse en papas.
Pero décadas después llegarían al Vaticano otros personajes que acabarían convirtiéndose en una pesadilla para los poderes de la Europa del Renacimiento; listos y ambiciosos, con una visión de la política amplia y que perduraría durante siglos; eran los Borja, una saga valenciana que tendría dos papas, Calixto III y Alejandro VI, con una familia de personajes míticos como César o Lucrecia. Pero esa es otra historia.
„En Peñíscola, la ciudad que lo acogió, ayudó a modernizar la ciudad cuando Europa estaba a las puertas del Renacimiento”
***
La rehabilitación del Papa Luna
El Vaticano estudiará la restitución de Benedicto XIII como legítimo pontífice seis siglos después de su fallecimientoLa asociación Amics del Papa Luna presenta la documentación ante la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La asociación 'Amics del Papa Luna' lleva nueve años estudiando la figura de Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna que ha pasado a la historia como uno de los antipapas. La entidad trata de que la Iglesia rehabilite su figura seiscientos años después de su fallecimiento.
El pasado mes de diciembre la asociación, que agrupa a cerca de 200 asociados, presentó ante el Vaticano una prolija documentación solicitando la recuperación de su figura. El expediente fue entregado en la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el cardenal Luis Francisco Ladaria, el pasado 21 de diciembre y fueron admitidos. Según explicó Juan Bautista Simó, presidente de Amics del Papa Luna, el cardenal mostró una «buena impresión» y destacó de la asociación «la vitalidad reveladora de una entidad dotada de fortaleza y convicción».
El Vaticano está abierto así a estudiar lo que la asociación considera un error histórico. Simó destacó que Benedicto XIII fue un Papa plenamente ortodoxo que actuó conforme a su conciencia, Para el presidente de esta entidad se trata de un «mártir que no renunció a su sacrosanta obligación a pesar de la condena y del turbulento Concilio de Constanza».
Este concilio, celebrado en 1413, fue el que puso fin al Cisma de Occidente que se produjo entre 1378 y 1417 cuando tres cardenales se disputaron el papado. Al no aceptar las conclusiones de esta reunión, que eligió como papa a Martín V, Benedicto XIII fue excomulgado.
Todo estos sucesos se produjeron durante la baja Edad Media, cuando la imbricación entre Iglesia y Estado era muy alta. El control del papado se convirtió en un motivo de enfrentamiento entre los principales países europeos.
Simó destaca el cambio de percepción que se ha producido en el Vaticano, que no es nuevo. Ya en 1958 el Papa Roncalli tomó el nombre de Juan XXIII, que es el mismo que el del antipapa que impulsó el Concilio de Constanza y que fue depuesto en esta reunión, en un gesto que desde la asociación interpretan como un reconocimiento a Benedicto XIII.
La asociación gestiona la tradición, estudio y publicación de unas 15.000 de las 25.000 bulas promulgadas por este pontífice que están custodiadas en el Vaticano donde fueron enviadas desde Peñíscola.
Argumentación
Amics del Papa Luna ha presentado una amplia documentación ante el Vaticano. Se basa, sobre todo, en los trabajos el 'Bulario de Benedicto XIII' de Ovidio Cuella o 'El Cisma de Occidente y las vistas de Morelia. Historia y documentos (1378-1429) de José Alanyà, canónigo archivero de la catedral de Tortosa.
El canónigo de Tortosa, por su parte, facilitó un documento en el que argumenta «la reivindicación de Benedicto XIII, su legitimidad en la sucesión de Pedro; la integridad de sus documentos teológicos y especialmente la doctrina sobre la Iglesia y el Primado».
La documentación lleva una introducción de Juan Bautista Simó en la que solicita la revisión histórica de la figura de Benedicto XIII para que le sea restituida «su dignidad moral, académica y cultural derogando su excomunión e incorporarle como legítimo y fiel hijo de la Iglesia».
Su argumentación es muy clara. Se basa en el hecho de que Benedicto XIII fue un firme defensor de la idea de que la autoridad del Pontífice era la más firme garantía para la independencia y unidad de la Iglesia frente a los que se mostraban partidarios del conciliarismo que prevaleció en Constanza. Para el Papa Luna, sólo Dios estaba por encima de la autoridad del sucesor de san Pedro, una postura que se ha consolidado en los últimos siglos, especialmente desde el Concilio Vaticano I. Para Simó, en Constanza prevaleció el interés político más que el eclesial.
Desde la asociación señalan que todos los cargos que se le atribuyeron en Constanza provenían de factores políticos y pretendían presionarle para que renunciara. Además, explican, nunca se cuestionó su legitimidad canónica.
Tuvo destacados partidarios como San Vicente Ferrer que fue su amigo, colaborador y defensor, «aunque en los momentos que más le necesitaba le abandonó», dijo Simó.
Benedicto XIII era aragonés. Su nombre completo era Pedro Martínez de Luna y Pérez de Gotor. Nació en 1328 en Illueca (Huesca) y fue elegido pontífice en el año 1394. Acosado en Aviñón, acabó refugiándose en Peñíscola a partir de 1411. Entonces era una fortaleza de la Orden de Montesa que el Papa Luna incorporó a la Santa Sede. Juan Bautista Simó explica que «debió presentir que era el lugar adecuado donde resistir y mostrar su magnificencia y autoafirmación». Nunca volvió a Roma. Para Simó, «en Peñíscola convertiría su tiara pontificia en una auténtica corona de espinas». Allí escribió «un tratado filosófico-religioso rebosante de espiritualidad» y moriría en 1423 «en pavorosa soledad, pero en permanente y verdadero diálogo con Dios», según explica Simó.
Aún así, el Papa Luna tuvo influencia en su época. Entre su legado se encuentra la fundación de la Universidad de Sant Andrews en Escocia que fue creada desde Peñíscola en el año 1413.
En resumen, las preguntas son:
Si el Papa Benedicto XIII recupera la dignidad y privilegios que tenía, ¿se hará lo mismo con el Obispo Carlos Duarte Costa y Abp.Pierre Martín Ngo-Dinh-Thuc?
Todos lucharon por el bien de la Iglesia, dedicando toda su vida a ella, pero para algunos de los jerarcas de la Iglesia de esa época eran personas inconvenientes.
¿Cuál de ellos tenía mayor responsabilidad respecto a la Iglesia, el Papa o los obispos?
Por la naturaleza del orden es el Papa como Cabeza de la Iglesia. Entonces, si se le restituye al Papa Luna el buen nombre, la dignidad y el debido respeto, no se debería hacer lo mismo con los llamados obispos "excomulgados"?
Fuentes:
El aragonés rebelde que se enfrentó a la Iglesia