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Revelaciones privadas

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 "En cuanto a la guía de los actos humanos, la revelación profética varió no según el curso del tiempo, sino de acuerdo con las circunstancias, porque como está escrito (Proverbios 29:18), 'Cuando la profecía falle, el pueblo se dispersará'. Por lo tanto, en todo momento los hombres fueron divinamente instruidos acerca de lo que debían hacer, de acuerdo con lo que era conveniente para el bienestar espiritual de los elegidos". (Santo Tomás de Aquino, O.P., [b. 1225 d.C. en Rocca Secca, Nápoles, Italia - m. Miércoles 7 de marzo de 1274 d.C. en Fossa Nuova, Italia], Doctor de la Iglesia, Summa Theologica, Parte II-II, Pregunta 174, Artículo 6, Cuerpo; énfasis añadido).

"Los profetas que predijeron la venida de Cristo no pudieron continuar más allá de Juan, quien, con su dedo, señaló a Cristo realmente presente. Sin embargo, como dice [San] Jerónimo en este pasaje, "Esto no significa que no hubiera más profetas después de Juan. Porque leemos en los Hechos de los Apóstoles que Ágabo y las cuatro doncellas, hijas de Felipe, hicieron profecías". Juan también escribió un libro profético sobre el fin de la Iglesia; y en todo momento no han faltado personas con espíritu de profecía, no para la declaración de alguna nueva doctrina de fe, sino para la dirección de los actos humanos. Así dice Agustín (De Civ. Dei [Ciudad de Dios] v, 26) que "el emperador Teodosio envió a Juan, que habitaba en el desierto egipcio, y acerca de quien sabía, por su fama cada vez mayor, que estaba dotado de espíritu profético; y de él recibió un mensaje que le aseguraba la victoria" (Santo Tomás de Aquino, O.P., Summa Theologica, Parte II-II, Pregunta 174, Artículo 6, Respuesta a la Objeción 3; énfasis añadido).

Por lo tanto, las revelaciones privadas no deben ser despreciadas y/o ignoradas.